OCULUM
Moverse implica trasladarse de un
lugar a otro o como dice nuestro amado (y olvidado) DRAE: “Hacer que un cuerpo
deje el lugar que ocupa y pase a ocupar otro”. Se trata de cambiar de espacio
y ese movimiento, motu proprio, está limitado por múltiples circunstancias que nos
rodean y, también, nos atenazan.
Olvidémonos de desplazamientos pequeños
y pensemos en aquellos que suponen trasladarnos de un sitio a otro en nuestro
pueblo, espacio común que compartimos. Una vez centrados aquí, debemos analizar
por separado si nuestro traslado lo hacemos en vehículo o caminando.
Conducir por
Lora es, frecuentemente, harto complicado porque no solo hemos de sortear la
cada vez más creciente fauna automovilística y los obstáculos propios de la
circulación (entiéndase semáforos, rotondas y demás), sino que hemos de luchar
contra los desalmados que aparcan donde no deben (incluso en zonas que impiden peligrosamente
la visión a los demás automovilistas), los que creen que en las rotondas tiene
la prioridad el más lanzado, los que se paran a saludar al amigo (aunque tengan
un aparcamiento cerca) sin tener en cuenta los coches que pacientemente esperan,
los incómodos (y aparatosos) badenes ubicados transversalmente en la calzada
(justificados o no), los peatones que se
cruzan en los lugares y momentos más inoportunos… Y menos mal, Deo gratias, que se eliminó el problema de las motos que, hace unos
años, nos invadían por doquier y los fines de semana tomaban las calles cual grupo
de bandidos al más puro estilo de western
films. Y esto sin olvidar el aislamiento del casco histórico por el sentido
circular del tráfico, entre otras causas.
Por otra
parte, andar por nuestro pueblo también se ha convertido en una aventura de la
que podríamos salir malparados pues nos encontramos con espacios reservados
para peatones que están ocupados por vehículos, calles con aceras tan estrechas
(o inexistentes) que hacen peligrar nuestra integridad, o paso de peatones en
los que se necesitan dotes adivinatorias para cruzar porque no se sabe hasta el
último momento si el conductor nos ha visto o no (lo mejor es asegurarse de que
el vehículo está completamente parado, aun a expensas de parecer precavidos en
exceso). Y no digamos si, en nuestro deambular por el centro del pueblo,
llevamos una silla de ruedas porque en ese caso resulta completamente imposible
desplazarse.
Ante tal
panorama, me pregunto si Lora necesita una remodelación oficial del tráfico
(siempre esperando que la mano divina nos solucione los problemas) o solo es
cuestión de civismo por parte de los ciudadanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario