sábado, 10 de mayo de 2014

A qué tengo derecho. Artículo en La radio de papel de mayo

A QUÉ TENGO DERECHO

Cuántas veces hemos oído o dicho, de broma o no, la frase “¿A qué tengo derecho?” indicando que vamos a aprovechar todo aquello que la ley o las normas nos permitan. Eso está bien porque, por suerte, vivimos en una sociedad con sus pautas bien establecidas y, en principio, con salvaguarda de nuestras libertades y derechos. Sin embargo, olvidamos cumplir de forma tan inflexible los deberes. Creo que fue John Kennedy quien en uno de sus discursos al pueblo estadounidense dijo aquello de “… no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. Y tenía razón. Ya está bien de querer  pertenecer a la colectividad solo para acaparar los beneficios que ésta nos proporciona; la mentalidad debería ser otra, qué puedo yo ofrecer para mejorar la sociedad o, por lo menos, no deteriorarla.
                Hace unas semanas, volviendo del instituto, vi cómo unos chicos se paraban a mirar la fuente de la plaza Santa Ana. Desde la acera, les pregunté qué miraban y me contestaron que había peces. Me pareció buena idea que hubiesen mejorado la imagen de la plaza con el atractivo de peces de colores (creía yo). Una hora más tarde, tuve que volver al instituto y decidí acercarme a la fuente para ver los peces. Poco podía yo sospechar lo que iba a ver porque cuál no sería mi sorpresa y mi indignación cuando vi que los peces de colores eran carpas de gran tamaño, unas diez o más, y que los animales luchaban por nadar en el agua sucia y escasa, con muchas  bolsas de plástico alrededor. El espectáculo era deplorable, se estaban muriendo, intentando sobrevivir, agonizando, con las bocas muy abiertas… No había nadie en toda la plaza y no pude desahogar el sentimiento de impotencia que me invadía. Solo se me ocurrió llamar por teléfono a la Policía Municipal explicando el hecho. Me dijeron que lo intentarían solucionar y lo hicieron porque a la vuelta, dos horas después, ya no estaban.
                Varias preguntas se me ocurren: ¿Qué desalmado (por no utilizar otro adjetivo) echó esas carpas allí, sabiendo que morirían? ¿Por qué los que las vieron antes que yo no hicieron nada? ¿Por qué no defendemos el espacio público con la misma garra con que defendemos el privado?

                Ahora, tal vez, la pregunta con la que titulo el artículo cobre más fuerza: ¿A qué tengo derecho? Tienes derecho a que la sociedad vele por ti y los tuyos, a tu seguridad, a que tus libertades no sean coartadas,… Pero también tienes deberes, debes cuidar tu entorno y tienes la obligación de no destruir lo que, con esfuerzo y dinero de todos, hemos construido. 

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