OCULUM
ACICALÁNDONOS
Cuando llegan
estas fechas, que conste que no son mis preferidas, es costumbre adornar
nuestras casas con motivos que inciten a vivir de forma especial la
Natividad. Así, sacamos las figuras y
montamos un belén y/o un árbol engalanado con mil y un detalles para que sus
destellos nos iluminen (deslumbren y distraigan) en las múltiples comidas
familiares o de amigos con las que consuetudinariamente solemos agasajarnos. Ya,
una vez conseguido el ornato, el espíritu de la Navidad entra en nuestras vidas
y… ¡clac!, nos invade. De pronto, nos hacemos mejores personas, más solidarias
y, sobre todo, muchísimo más felices. Al grito de ¡Feliz Navidad! nos
saludamos por la calle en días previos a la Nochebuena, expresión, por cierto,
algo desdibujada si se dice de forma generalizada, quizás por tener su origen allende los mares, logrando desbancar a
nuestro ¡Felices Pascuas!, con más anclaje en la cultura popular.
Las calles de
nuestro pueblo no quieren ser menos y se embellecen también para contribuir al ambiente navideño,
amparando al comercio local en el afán consumista propio de estos días. En los
últimos años hemos visto cómo esa iluminación callejera ha cambiado y mejorado
pues ahora se extiende a más zonas e, incluso, los árboles de nuestras plazas se
visten para la ocasión. Todavía quedan restos del pasado y estrellas
medio-apagadas lucen junto a formas grandiosas por lo que, al parecer, son
calles de primera categoría para los
impuestos aunque no para el boato; pero, no importa, es un detalle nimio si lo
miramos con perspectiva general, debe
primar el bien común.
Sin embargo,
no todo es armonía en este realce navideño. Cuando escribo estas líneas están
instalando en la Plaza Santa Ana ese mamotreto refulgente y humeante, con veladores multicolores a su alrededor,
luciendo cual gigante engullidor del entorno. ¿Ésa es la imagen de Lora en
Navidad? Que supone ingresos para las arcas municipales, perfecto; que es
legal, perfecto; que Lora es una ciudad fantasma a las nueve de la noche y
necesita algo que anime, bien. Pero todo no vale. Este lugar merece albergar
otra clase de eventos: ferias del libro, ferias de artesanía, exposiciones de
pintura, belenes tradicionales o vivientes… y no una gran caseta con luces
parpadeantes que oculta la belleza del lugar, situado en zona céntrica y, por
tanto, objeto de visitas foráneas. No
creo que sea una barraca de feria lo que quieran encontrar. Imagino que
existirán en el pueblo mil ubicaciones mejores y más adecuadas. Un poco de
sensibilidad, por favor.
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