lunes, 20 de enero de 2014

Acicalándonos. Artículo La radio de papel de enero

OCULUM

             ACICALÁNDONOS

Cuando llegan estas fechas, que conste que no son mis preferidas, es costumbre adornar nuestras casas con motivos que inciten a vivir de forma especial la Natividad.  Así, sacamos las figuras y montamos un belén y/o un árbol engalanado con mil y un detalles para que sus destellos nos iluminen (deslumbren y distraigan) en las múltiples comidas familiares o de amigos con las que consuetudinariamente solemos agasajarnos. Ya, una vez conseguido el ornato, el espíritu de la Navidad entra en nuestras vidas y… ¡clac!, nos invade. De pronto, nos hacemos mejores personas, más solidarias y, sobre todo, muchísimo más felices. Al grito de ¡Feliz Navidad! nos saludamos por la calle en días previos a la Nochebuena, expresión, por cierto, algo desdibujada si se dice de forma generalizada, quizás por tener su origen  allende los mares, logrando desbancar a nuestro ¡Felices Pascuas!, con más anclaje en la cultura popular.
Las calles de nuestro pueblo no quieren ser menos y se embellecen también  para contribuir al ambiente navideño, amparando al comercio local en el afán consumista propio de estos días. En los últimos años hemos visto cómo esa iluminación callejera ha cambiado y mejorado pues ahora se extiende a más zonas e, incluso, los árboles de nuestras plazas se visten para la ocasión. Todavía quedan restos del pasado y estrellas medio-apagadas lucen junto a formas grandiosas por lo que, al parecer, son calles de primera categoría para  los impuestos aunque no para el boato; pero, no importa, es un detalle nimio si lo miramos con  perspectiva general, debe primar el bien común.
Sin embargo, no todo es armonía en este realce navideño. Cuando escribo estas líneas están instalando en la Plaza Santa Ana ese mamotreto refulgente y humeante,  con veladores multicolores a su alrededor, luciendo cual gigante engullidor del entorno. ¿Ésa es la imagen de Lora en Navidad? Que supone ingresos para las arcas municipales, perfecto; que es legal, perfecto; que Lora es una ciudad fantasma a las nueve de la noche y necesita algo que anime, bien. Pero todo no vale. Este lugar merece albergar otra clase de eventos: ferias del libro, ferias de artesanía, exposiciones de pintura, belenes tradicionales o vivientes… y no una gran caseta con luces parpadeantes que oculta la belleza del lugar, situado en zona céntrica y, por tanto, objeto de visitas  foráneas. No creo que sea una barraca de feria lo que quieran encontrar. Imagino que existirán en el pueblo mil ubicaciones mejores y más adecuadas. Un poco de sensibilidad, por favor. 

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