Aquí
y ahora
En la nueva etapa que comienza esta publicación,
he aceptado la invitación de su director para colaborar con una columna mensual
a la que he decidido llamar “Oculum” porque, a priori, pretendo abordar cuantos
temas se me vayan ocurriendo día a día (los que alcance mi ojo) aunque,
siguiendo la línea habitual de este periódico, intentaré centrarme en nuestro
pueblo o, al menos, aplicar lo universal a lo local.
Mientras
escribo, me encuentro sumergida de pleno en la vorágine del comienzo de curso:
nuevos retos, adaptación a nuevos alumnos, programaciones, horarios, claustros,
reuniones de equipos… Sé de antemano que la labor de los docentes no cuenta con
un apoyo unánime por parte de la sociedad y que son muchos (no todos,
afortunadamente) los que piensan que trabajamos poco y contamos con muchas
vacaciones. Esta opinión tal vez se derive de no saber qué hacer con los niños
durante los meses de verano y añorar el tiempo que estos pasaban en la escuela
y, por supuesto, también está implícita la idea de la escuela como “guardería”
y no un lugar de formación. Así nos va.
No
es mi intención trasladar aquí las reivindicaciones de un sector que se está
viendo paulatinamente desprovisto de recursos esenciales para llevar a cabo su
cometido, para el que fue formado, y se está convirtiendo en un cajón de sastre
(desastroso) pues ha de hacer de padre y madre, de psicólogo, de mediador
social,… y otras tantas profesiones ajenas. Somos profesionales de la docencia
y lo que nos gusta es enseñar pero necesitamos alumnos que sean receptores y
quieran aprender. Si se da esta fórmula, el éxito está garantizado pero si se
mezclan elementos como que el alumno no venga educado de casa o que su interés
no esté centrado en el estudio, entonces, no podemos hacer nada y fracasaremos.
Eliminar el tan tratado (y temido) fracaso escolar es tarea de todos, no solo
de los profesores.
En
nuestro pueblo existen excelentes profesores que luchan contra viento y marea
(entiéndase recortes y demás) para seguir cumpliendo como siempre y, para ello,
se requiere, cada vez más, un mayor esfuerzo extra por su parte. No solamente
en el incremento de horas lectivas sino un aumento considerable de dedicación
en su tiempo libre, tardes enteras y fines de semana corrigiendo y preparando
clases. Sería injusta si no dijera que muchos padres sí valoran esta función,
pero es necesario que todos rememos en la misma dirección, el beneficio será
mutuo.
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